La traductora by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

La traductora by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

autor:Jose Gil Romero & Goretti Irisarri [Gil Romero, Jose & Irisarri, Goretti]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00


* * *

El despacho apestaba a lejía. Elsa tuvo la impresión de que si permanecían allí mucho más se les agarraría el hedor a la ropa y ya no podrían quitarse de encima la peste a cárcel. Bernal la observaba, sentado ante la mesa del funcionario que acababa de salir; ella daba vueltas, nerviosa. Le había pedido un cigarrillo que ahora extinguía a largos sorbos, casi temblando. Le caía un tajo de luz encima, desde el ventanuco enrejado que se alzaba a tres metros por encima del suelo.

—¿Por qué tarda tanto en volver? No será tan difícil hacer una consulta, ¿no?

—Les habrá parecido raro. Y si lo tienen en consideración es porque soy yo quien lo solicita, Elsa, perdóneme usted la inmodestia.

Ella esbozó una sonrisa.

—Gracias, coronel. Me imagino que no le será fácil haberme ayudado en esto. Le aseguro que no es un capricho mío, es importante para mí.

Bernal sonrió también, sin mirarla, y exhaló un largo suspiro.

—Me doy cuenta, señorita.

Ella, alzado el mentón y sosteniendo el cigarrito a la altura de la mejilla, miraba hacia el ventanuco.

—Usted dijo que era un alto cargo republicano. Pero sin delitos de sangre no lo condenarán a muerte, ¿verdad?

Bernal se encogió de hombros, apesadumbrado.

—Depende de quién le toque en el tribunal. Manejaba el dinero, asumió responsabilidades que incluían el pago de varias operaciones contra los nacionales.

La traductora aspiró una calada y luego dejó caer el cigarrillo, lo pisó mirando al coronel.

—No me puedo creer que lo condenen a muerte sin haber disparado un tiro.

Bernal se levantó, recogió la colilla del suelo y la tiró en la pequeña papelera que había junto a la mesa.

—Los que le van a juzgar, Elsa, son militares: que ese hombre manejara dinero sin arriesgar el pellejo les joderá más que si hubiera agarrado un fusil, porque en ese caso, al menos, lo considerarían un valiente.

Se abrió la puerta y asomó el oficial, que regresaba de consultar con su superior, acompañado de un soldado muy joven con bigote.

—Me han dicho que no hay problema, mi coronel, pero que solo podrán verle cinco minutos. Este soldado los conducirá hasta el reo.



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